sábado, 21 de abril de 2007

Elecciones en Francia: ¡Merde!

Sábado 21 de Abril de 2007

de Oscar Cardoso, Clarín, Argentina

En el campo de batalla de Waterloo, rodeado por el enemigo, sostiene cierta tradición, el jefe de la Guardia Imperial napoleónica, general Pierre Jacques Étienne Cambronne respondió con la frase: "¡La Guardia muere, no se rinde!" a las intimaciones de rendición de un oficial inglés. Hay dudas varias sobre el episodio y el propio Cambronne solo pudo recordar en años posteriores haber proferido un escueto y expresivo "¡Merde!" al conocer la demanda inglesa.Lo cierto es que la primera, más altisonante y educada, frase es la que quedó inscrita en alguna estatua que aun recuerda a Cambronne. Otros aseguran que el general ya era un preso de guerra de los ingleses cuando la Guardia realizó su última, heroica, parada ante el adversario y consecuentemente su tiempo de proferir palabras para el bronce ya había pasado.

Pero la precisión fáctica importa poco a la hora de construir mitos que, como este, invariablemente se imbrican con la idea de determinada nacionalidad. Ese mito —explicó recientemente el escritor inglés Julian Barnes— es uno de dos hitos entre los que hace péndulo el espíritu francés en relación con el mundo anglosajón en general, y con Inglaterra en particular, país con el que forcejeó largamente durante tres siglos por ser la potencia principal de su región y el más importante conquistador de territorios de ultramar. El otro es asombrosamente asimétrico. Surgió —y produjo algunas brisas de escándalo— en enero pasado cuando el diario londinense The Guardian publicó un documento oficial desclasificado en el cual constaba que en un encuentro de los primeros ministros de Inglaterra —Anthony Eden— y Francia —Guy Mollet— en 1956, el representante de París había sugerido que las dos naciones debían fusionarse en una o, al menos, que la Mancomunidad Británica debía hacer lugar para recibir en su mesa a los franceses. Más aun, Mollet explicó que no creía que Francia "tuviese problema en aceptar el liderazgo de Su Majestad (la reina Isabel)" y que "recibiría bien la idea de una nacionalidad común sobre la base del modelo irlandés". El socialista Mollet, un anglófilo, habló de más y sin autorización según se sabe ahora —no había consultado su idea con nadie—, pero Barnes sostuvo que este proyecto es el anverso exacto de la difícil moneda anglo-gala.

"Cuando a los ingleses les va mal —escribió Barnes en The New York Review of Books— muy rara vez, si acaso alguna, miran hacia Francia; sus modelos para mejorar son Alemania y EE.UU. “Cuando las cosas van mal para Francia, mira a través del Canal y se pregunta, con mezcla de vergüenza e inquietud, si no ha llegado el momento de seguir el modelo inglés, si la ducha fría de liberalismo económico no debe ser finalmente soportada", agregó. Por cierto que al menos uno de los candidatos que se enfrentarán este domingo en la primera ronda de las elecciones francesas, la socialista Ségolène Royal, reaccionó públicamente al episodio Eden-Mollet diciendo que la idea era "absurda".Es curioso, porque la Royal, que promete inaugurar un socialismo para el siglo XXI, está acusada, por la izquierda de su propio partido, de ser una imagen de espejo de Tony Blair, el hombre que despojó al Laborismo de casi todo rastro socialista.

Lo anglo-sajón parece estar muy presente en estos comicios franceses. El conservador Nicolás Sarkozy, que junto a la Royal parecen destinados —en la mayoría de las encuestas— a competir en la decisiva segunda vuelta, es un admirador declarado de los neoconservadores estadounidenses y principalmente de George W. Bush.Es cierto; en los últimos tramos de la campaña Sarkozy ha debido morigerar esa fascinación, pero nadie cree que la misma haya desaparecido. Es por eso que Royal ha golpeado duro marcándola y asegurando que si ella triunfa, y se convierte en la primera presidenta en la historia de su país, "jamás nos arrodillaremos ante Bush".

Hay mucho con lo cual el triunfador deberá lidiar en el hartazgo de los franceses. Francia ha caído en los últimos años de octavo al decimonoveno lugar en el ranking de países según el PBI per cápita. Sus tasas de crecimiento han estado en ese tiempo siempre por debajo del promedio de la Unión Europea y tiene un índice de desempleo que parece blindado en el 8%. Más grave aún es que el desempleo juvenil está en un intolerable 22 % y que todo intento por atenuarlo ha fallado o ha sido rechazado por la sociedad, como el programa que le rebotaron el año pasado en el rostro al primer ministro Dominique de Villepin, dejándolo fuera de esta campaña presidencial.El gasto estatal llega al 54% del producto bruto lo que lo coloca entre los más elevados de las naciones desarrolladas; ese Estado emplea uno de cada cuatro trabajadores franceses. Está además la cuestión migratoria desde el antiguo tercer mundo, en la que la tolerancia y la compasión francesas han adelgazado notoriamente.

Aún es posible que Sarkozy y Royal no resulten alternativa del otro, pero es difícil. Algunas encuestas dicen que el centrista Francois Bayrou puede desplazar a Royal del segundo lugar y hasta derrotar a Sarkozy en segunda vuelta, pero esta no es la percepción generalizada. Más alarmantes son los pronósticos que dicen que el neofascista Jean Marie Le Pen puede potenciar el 15% que le asignan los sondeos y —con otra agresiva ironía del electorado como la del 2002— forcejear un puesto en la segunda vuelta.Tan mínimas son las diferencias en esas encuestas (Sarkozy y Royal no superan el 28%) que la incertidumbre se ha acrecentado en las últimas semanas. Esto llevó al cotidiano Le Monde a editorializar reclamando votos para Sarkozy y la Royal —sin endosar a ninguno— para evitar los mandatos ambiguos.

Quizá, no importe tanto, quien triunfe como lo que sucederá en Francia en los próximos años, algo que quizá merezca el sustantivo que recordaba haber gritado Cambronne: ¡Merde! Publicado en Clarín, el 21 de abril del 2007. Ver también “Audios y Videos de Aquí y Allá”.
Publicado por Oscar Cardoso

Oscar Raúl Cardoso nació en Buenos Aires en 1948. Es periodista y a lo largo de los pasados diez años ha escrito regularmente la columna internacional del diario Clarín. En la actualidad es también el columnista político de Telefé Noticias y del programa "Todo dicho" emitido en Radio la Red. Cardoso se desempeñó como corresponsal itinerante de Clarín y como tal cubrió, entre otros hechos, las guerras civiles en América Central en los años 70, la guerra del Golfo Pérsico en 1991, el colapso de la Unión Soviética en el mismo año y las guerras de desmembramiento de la ex Yugoslavia. También tuvo a su cargo la cobertura diplomática de la contienda Argentina con el Reino Unido por las Islas Malvinas, en 1982. Fue autor de Malvinas: La Trama Secreta (junto a Ricardo Kirschbaum y Eduardo Van der Kooy), "Crónica de los días del Scud", sobre la Guerra del Golfo y "Sindicalismo: el poder y la crisis" (junto a Rodolfo Audi). En 1983, fue galardonado en el rubro investigación periodística con el "Premio Ortega y Gasset" que entrega el Grupo Prisa, responsable entre otras publicaciones del diario El País de España. Además, recibió el premio "Santa Clara de Asís" a su trayectoria.

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